LA PIEDRA DE LA FELICIDAD
JOSE CARLOS REYES
Introducción
(La campesina aparece frente al telón
de boca.)
Campesina: -bienvenidos, niños y niñas a este juego
Se trata de una obra de teatro que cuenta una historia que sucedió hace mucho tiempo. ya ni siquiera sabemos el nombre de los personajes ni del país donde ocurrió. pero eso no
importa. lo que nos interesa saber es que cosas como éstas han pasado en
el mundo
¿Quieren que les cuente mi historia? ¿si? bueno: entonces no se muevan
de sus puestos y miren hacia este lado…
Muy pronto el telón
subirá.
Y la historia se
iniciará…
(La campesina desaparece mientras sube
el telón)
i
El camino
(Un mendigo relata la historia)
Mendigo: si, fui yo,
precisamente yo, el que me encontré esta piedra. Parece una piedra común. ¿Verdad…?
voy a contarles mi secreto (mira al lado y al otro de la
escena) la encontré ayer, en medio del camino, cerca de un manantial
Ayer… yo estaba muy triste. Iba por ahí,
caminando, sin tener nada hermoso que hacer. vi a los hombres en el campo, muy alegres, y
me dije: están felices por que trabajan. Llegue a una cueva donde vivo, en lo
más profundo del bosque, y me dije: “estoy triste porque
no hago nada” volví al camino, y al llegar al
manantial, ¡encontré esta piedra negra! al verla me dio risa y ya no estuve
triste. Entonces le puse nombre a la piedra negra y la llame:
¡la piedra de la felicidad!
(Por el fondo de la escena
aparece el hijo del rey)
Hijo del rey: ¡lo que has contado es una mentira!
Mendigo: ¿quién eres?
Hijo del rey: soy el príncipe
mandamás, hijo del rey señor de estas comarcas. mira
mis ropas. ¿no te das cuenta que estás frente
a un personaje importante? ¿Cómo te atreves a decir todas
esas mentiras?
Mendigo: es la verdad
Hijo del rey: ¡son mentiras!
Mendigo: ¿y por qué abrían
de ser mentiras?
Hijo del rey: ¡tendrás que
enseñarme la piedra negra!
Mendigo: puedo
enseñártela. (la levanta apenas para que el
príncipe la vea) la piedra negra puede hacer
felices a los hombres. (Señala a los niños) ¡Mira la felicidad de estos
niños!
Hijo del rey: ¡no veo nada!
Mendigo: ¿ustedes están
felices, niños? vamos a ver… contéstenme: ¿no es verdad que están felices?
Hijo del rey: ¡dame esa piedra! ¡Es
mía!
Mendigo: perdóneme,
majestad, le pido su venerable perdón, pero la encontré ayer, cerca de la fuente, al final del camino
Hijo del rey: ¡es mía!
Mendigo: (saliendo de
escena) perdóneme, majestad, perdóneme pero esta es para mi
la piedra de la felicidad. Si me la quitas, seria la piedra de la tristeza
Hijo del rey: no quieres dármela,
¿verdad? ¿Cómo puedes contar historias
sin permiso del rey? ¡Te oí! ¡Te oí! ¡Tú sabes que mi padre solo permite que se
cuenten historias oficiales!
(El mendigo desaparece)
¿Cómo? ¿Alguien se atreve a
contradecir al futuro rey de estas
tierras? ¿al príncipe mandamás? ¡Voy a contar todo esto a
mi padre! (sale furioso)
ii
(En el palacio real.
Ahora observa el
trono real en escena.
El rey y
la reina bailan.
Los músicos tocan una estilizada danza
real)
Rey: estoy fatigado…
siempre estoy fatigado… estos bailen me llenan de cansancio… ¡puff! (se sienta)
Reina: (cantando
al compas de la música)
un paso adelante, un paso atrás…
Levanta el vestido, lleva el compás…
La música vuela y vuelve a volar…
Los músicos tocan la danza real…
lararí, larulá, lararí lulá…
Rey: reina mía dile a
estos músicos que se vayan… estoy aburrido… muy aburrido…
Reina: el rey esta triste de tanto bailar
y la reina alegre se
ha puesto a cantar.
Levanta el vestido, llevas el
compás,
los músicos tocan la danza real…
Rey: (atribulado) soy el rey de todas estas tierras, de todos estos castillos,
ríos, árboles, montañas, campesinos, perros y gallinas, y… ¡no puedo
mandar en esta casa!
Reina: (la música se
detiene. la reina habla con voz dulce y un tanto
burlona) ¿esta triste mi señor el rey? hace una señal a los
músicos. Éstos salen) ¡oh! ¿Qué tendrá mi señor el rey…? ¿Algo
le preocupa? ¿Algún gravísimo problema de
estado? ¿Alguna guerra con los reyes vecinos?
(El rey no contesta)
Reina: ¡oh! ¡Pero el rey ha contestado con el más profundo silencio
oficial!
Hijo del rey: ¡papá, mamá, quiero esa piedra!
Rey: ¿piedra?
Reina: ¿qué piedra?
Hijo de rey: la piedra de la
felicidad
Rey: (indiferente) anda, hijo, ve y
tómala
Hijo del rey: eso traté de hacer,
pero no pude
Reina: entonces toma otra.
en el reino hay muchas piedras
Rey y reina: (comenzando a poner
atención) ¿de que estas hablando?
Reina: si, hijo mío. Dime,
¿de que estas hablando…?
Hijo del rey: de la piedra negra. la encontró un mendigo cerca del manantial. Dice que
es la piedra de la felicidad y no quiere dármela. (Furioso) ¡Hasta llego a burlarse de mí!
Rey y reina: ¿cómo…? ¿Burlarse
de nuestro hijo?
Hijo del rey: ¡sí!
Rey: esto es grave. ¡Muy
grave! ¡Es una insubordinación! llamare a mi sabio filósofo. él me dirá lo que
debo hacer. ¡Señor Saaabiooo!
(Aparece el sabio: barba y antiparras,
con un enorme libro de sentencias filosóficas)
Sabio: cuando el rey me llama, es porque
el rey me necesita, vengo a donde el, de lo cual
deducimos que aquí debo estar y aquí estoy.
Rey: ¡un grave,
gravísimo problema de estado!
Hijo del rey: ¡quiero esa piedra!
Reina: ¡no se puede
permitir una burla a la corona real!
Rey, reina e hijo del
rey: ¡no!
Sabio: bien, bien… tenemos
tres elementos muy distintos para resolver
un problema. “gravísimo problema de
estado”, “quiero esa piedra”. y “burla a la corona real”; pero hasta el momento
con esas tres particulares no puedo armar una idea lógica, una frase que exprese algo que pueda
entender y que me pueda llevar a la reflexión filosófica. ¿Quieren hablarme
con mayor claridad…?
Reina: mi hijo ha sido
insultado…
Rey: por un mendigo…
Hijo del rey: ¡que no me quiso
entregar la piedra negra, la piedra de la felicidad!
Sabio: ¡ah!... comprendo,
comprendo… pero… ¿qué piedra es esa? ¿Será acaso la piedra filosofal? ¿La
incógnita de la verdad? ¿El eslabón perdido?
Hijo del rey: no, no, es una
piedra negra que el mendigo encontró al final del camino cerca del
manantial.
Sabio: (dando vueltas
pensativo) humm, humm… el mendigo ha encontrado una piedra nueva en su camino… si
esa piedra fuera valiosa, el mendigo no tendría que mendigar ahora en adelante…
si el hijo del rey quiere esa piedra… la piedra
es valiosa
(El rey y la reina aplauden)
Rey: ¡magnifico!
Reina: ¡maravilloso!
Hijo del rey: ¡quiero esa piedra!
Sabio: descartando la
posibilidad que la piedra sea valiosa o no, debemos considerar solamente que
Que esa piedra es anhelada por el
hijo del rey, la cuestión, entonces, se simplifica. la piedra
adquiere un valor porque la quiere el hijo del rey pero… ¡está
en manos del hombre más pobre
del reino!
(La familia real dice
¡ohh!)
Hemos de considerar ahora que
el rey es rey porque tiene un
reino, y el hijo del rey, como heredero legítimo de la
corona, es también dueño de todas las cosas que se encuentran en el territorio gobernado por su padre…
Hijo del rey: ¡luego la piedra es
mía!
Rey: (muy
complacido) ¡has aprendido filosofía hijo mío!
Reina: ¡oh! ¡Qué primor de
niño! ¡Que niño tan inteligente!
Rey: ¡tiene una clara
inteligencia real!
Reina: ¡los reyes de otros
reinos no tienen un hijo tan brillante como este!...
Rey: ¿qué opina usted
señor sabio…?
Sabio: si todo eso es verdad, pero…
Rey, reina e hijo del
rey: pero… ¿qué?...
Sabio: pero hay un pequeño
inconveniente
Rey: ¿un pequeño
inconveniente…?
Reina: ¿inconveniente? ¿Cuál
inconveniente?
Hijo del rey: ¿cuál es el
inconveniente pequeño?
Sabio: (después de una
breve pausa) el mendigo
(Incomodas risas oficiales)
Rey: bueno, bueno. Que
venga el tesorero. ¡Tesorerooo!
(Aparece el
tesorero real portando un ábaco de bolitas multicolores)
Tesorero: uno más uno, dos, dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis
y dos son ocho y ocho dieciséis. ¿Me necesita su majestad?
Rey: Sí, señor tesorero.
Hay un gravísimo problema de orden filosófico que
tiene también un pequeño problema real.
Tesorero o sea, que el problema también es económico. ¡si señor! si yo sumo
lo filosófico más lo real me dará un resultado del filosófico real,
o sea: un resultado económico. ¿Cuánto dinero necesita, su
majestad…? ¿Necesita un adelanto…? ¿un préstamo…? ¿Qué necesita…? ¿Qué nuevos impuestos quiere
que invente…? pondré todos mis conocimientos para resolver
matemáticamente todo cuanto su majestad quiera.
Hijo del rey: un mendigo encontró
una piedra cerca de un manantial. Yo quiero esa piedra, porque estaba en el territorio de mi padre pero el
mendigo no quiere dármela…
Reina: y nosotros…
Rey: queremos
comprársela…
Sabio: ¿comprende usted…?
Tesorero ciento ocho menos
ciento siete. ¡Uno! espéreme usted señor sabio. Cuente hasta tres, su majestad.
Ya regreso (sale en carrera)
Rey: uno…
Reina: dos…
Hijo del rey: y…
Sabio: tres…
(El tesorero regresa velozmente con un
tablero y tiza)
Tesorero perfectamente. (Se sienta en el suelo acercando el tablero y el ábaco) ¿Dice
usted que una piedra negra…?
Rey, reina, hijo
del rey y sabio: ¡sí!
Tesorero (apartando algunas
bolitas) cinco menos cuatro: uno. Muy bien. Y ustedes… ¿quieren comprarla, verdad…?
Sabio: por un problema, digámoslo así, con esas palabras, político.
Tesorero ¿quieren comprarla
o no quieren comprarla…?
Reina: sí, señor tesorero.
Pero… que sea una inversión de caja menor. ¡Este reino se precipita a la bancarrota!
Tesorero bien, bien. Es
un problema matemático de aritmética simple. Y… veamos…
¿cuánto quieren pagar por ella?
Sabio: el problema filosófico está resuelto, señor tesorero. ¡Ahora,
el problema económico tiene que resolverlo usted!
Tesorero ¡sí, sí, claro! ¡Claro!
¡Pero yo necesito un dato, una cifra, algo que me revele el valor de la
piedra para poder calcular cuánto se puede pagar por
ella! (da vueltas pensativo) vamos a ver: una piedra es
una unidad, que multiplicada por la unidad dará un resultado igual,
porque… (Transición) ¡Ya está! vamos a preguntarle al
mendigo cuánto cobra por ella y así arreglaremos el negocio. ¿No le parece…?
Sabio: muy sabia decisión
lo felicito
Rey: sí. Busquemos a ese
mendigo. Pero que antes lo bañen y lo desinfecten. No quisiera contaminarme
Reina: vamos. Quiero
mirarlo de lejos
Rey, reina, hijo del rey,
sabio y tesorero: ¡vamos!
Iii
(Otro camino. un árbol a un lado)
Pregón: (entra tocando una
corneta, o un pito o un tambor) atención, atención, campesinos,
vengan,
Vengan, voy a leer una proclama del rey…
…nos, rey de estas
tierras por gracia de dios… ¡y bla bla bla bla bla bla, bla bli bli bla bla
bla!...
¿Entendieron…? ¡Busquen al mendigo en seguida! ¡O… todos ustedes perderán
la cabeza!
(Se coloca de espaldas. los
campesinos buscan en el escenario)
Campesino: ¡si no encontramos
al mendigo, el rey se pondrá furioso con nosotros
y nos castigará!... en todo el territorio no se habla de otra cosa que de la piedra
negra?... si es el dueño de montañas enteras…
¿qué le interesa una pobre piedrita?
Y… ¿si fuera un arma contra nosotros…? ¿Un arma terrible…?
(Corren despavoridos. en este instante
aparece el mendigo. los campesinos lo rodean, en momentos en que el pregón da
la vuelta)
Pregón: ¡alto! ¡su
majestad… el rey! ¡su majestad… la reina! ¡su majestad… el príncipe heredero! ¡Sus
señorías el sabio y el tesorero!
(Entran al paso de rimbombante
fanfarria, montando en caballitos de colores vivos, como los de los
tiovivos de feria)
Rey: ¿este es el
mendigo…? ¡Ah! ¡Por fin lo veo, amigo mío! hemos
recorrido las tres cuartas partes del país, buscándolo. Pero… ¡que calor hace! ¡el sol es abrasador y olvide en palacio
mi sombrilla parasoles!
Mendigo: ¿no quisiera su
majestad resguardarse a la sombra de este
árbol…?
Rey: ¡si, si! ¡Ah! ¡qué
alivio! aquí podremos hablar mejor.
Mendigo: ¡es una maravilla
que exista un árbol como este!
Hijo del rey: ¡es un árbol de mi
padre!
Rey: (a su hijo) ¡shhh! (al mendigo) queremos ver tu piedra negra…
Mendigo: oh… he dejado la
piedra un poco lejos de aquí, señor. en lo alto de la montaña. Es de poco valor… la encontré en el camino, cerca del manantial
Sabio: y es de tan poco
valor, -como usted dice-, ¿por qué la esconde en la montaña…?
Hijo del rey: ¡en al montaña de mi padre!
Mendigo: es… una piedra
común…
Rey: mi hijo me ha dicho
que esa piedra trae felicidad… ¿es cierto…?
Campesino y campesina: ¡eso ha dicho el!
Tesorero: queremos… comprarte
esa piedra. ¿Cuánto pides por ella…?
Rey: si, ¿cuánto pides…?
Reina: haciendo una
rebaja, claro está.
Tesorero: naturalmente
Mendigo: es una piedra
ordinaria, señor; ni el más necio osaría cobrar nada por ella, ¡y mucho menos a
un rey de verdad!
Rey: tráela entonces. Agradezco
profundamente el obsequio y de todos modos no te quedas sin una buena
recompensa. Tendrás una imagen en color de la familia real. Una linda fotografía con retoque
Mendigo: su majestad no me
ha entendido… no puedo traer esa piedra
(Reprobatorios murmullos cortesanos
tras los bordados pañuelos en encaje)
Rey: bien. He adivinado
que eres un hombre práctico, y que tienes ciertas ambiciones. Eso
no está mal, mientras no atente contra mis leyes. ¡Acepto! te daré
por ella… cinco monedas de oro
Campesino y campesina: (a una voz) ¡ohhh!
Reina: (impaciente) ¡pero ni un
miligramo más!
Mendigo: imposible…
Rey: ¡veinte monedas!
Tesorero: bajo, a la reina) su majestad está
delirando! ¡el no suma… multiplica, y por lo tanto, le resta y divide altesoro real!
Reina: ¡Plutarco séptimo!
¿Estás loco? ¿Se te desfondo el bolsillo… de la cabeza…?
Rey: ¡Cállate! ¡Cállate,
Proserpina!
Mendigo: su majestad… no puede
ser…
Rey: ¡cien monedas, pero nada más! ¡Es lo que vale un zafiro!
(La reina hace un “oh”
gesticulante y se desmaya. el sabio y el tesorero se apresuran a sostenerla)
Mendigo: no puede compararse
con un zafio, señor…
Rey: ¿qué quieres decir
con eso…? ¡No lo entiendo! ¡Eres muy inteligente o muy estúpido! ¡Un gran negociante o un animal! te has salido de todas las reglas aprobadas
por mi puño y letra para esta clase de
negocios; y por lo tanto, escúcheme: te dejaré la vida si
me das la piedra.
(La reina recupera
asombrosamente el conocimiento, se pone de pie y sonríe
con aire triunfo. la corte aplaude con discreción)
Mendigo: mi vida, a cambio de la
piedra, señor, es poco. Soy tan sólo el hombre más pobre e
infeliz del reino…
Rey: ¿qué quieres entonces…?
Mendigo: ¡la piedra negra!
(Murmullos generales)
Campesino: ¡bueno, bueno,
pobre diablo! ¿no dijiste que esa piedra traía felicidad…? ¿Dónde está tu
felicidad?
Campesina: con esa
piedra, yo no me hubiera transado por las cinco monedas de oro… ¡me hubiera podido comprar diez vestidos nuevos!
Campesino: yo hubiera aceptado
las veinte… me hubiera comprado diez hermosas vacas lecheras…
Campesina: ¿y si fuéramos al
rio… y recogiéramos algunas piedras negras… y se las lleváramos al rey…?
Campesino: ¡nos cortaría
la cabeza a todos! ¡Y sin vestidos, sin vacas,
sin monedas y sin cabeza nos
quedaríamos!
Campesina: ¡que tonto! ¡Perder…
cien monedas de oro!
(Salen)
iv
(Campo de batalla. lejanos redobles. se
comienzan a oír tambores y pisadas por toda la escena. al fondo se
ven las siluetas de innumerables ejércitos que van tomando
su puesto en el campo de batalla. trompetería y redobles
marciales. entra en escena el rey blanco)
Rey blanco: (colocando su
bandera) ¿dónde esta este extraño brujo que afirma tener una piedra que trae la
felicidad…? he venido desde mi grande imperio a buscarlo. Hasta allí han
llegado los rumores
Rey verde: (apareciendo con
su verde máscara de hierro verde) hasta mis
inmensos territorios más allá de los mares llegaron los rumores de la piedra de la felicidad. Vengo a
comprarla, negociarla o a tomarla por las armas, si es necesario. ¡Soy el rey de los verdes prados, la corte más elegante y avanzada
del mundo civilizado!
(Redobles)
Rey blanco y rey verde: (en coro) ¡hemos venido desde
lejos! ¡Queremos la piedra negra! ¡Queremos la felicidad!
Rey blanco: ¡quince mil hombres me acompañan. Han levantado sus tiendas de campaña en este valle. ¡Arrasaremos con
esta corte si no aparece la piedra negra!
Rey verde: ¡si no aparece, mis
navíos incendiaran los mares y mis veinte mil guerreros no dejaran piedra sobre
piedra en estas comarcas!
(Un bloque de lanzas, empuja
al rey, a la reina, al príncipe heredero, al sabio y al tesorero de
aquel reino. los dos reyes abren sus sillones – tronos
de viaje y los miran con la severa mirada de un tribunal inquisidor)
Rey blanco y rey verde: ¡queremos la piedra!
¡Inmediatamente!
Hijo del rey: ¡quiero la piedra!
Filósofo: ¡es la guerra! ¡ el
caos! ¡El desorden!
Rey: ¡señores! ¡Por
favor! ¡Establezcamos una paz honorable! conservemos un aire sereno… estémonos bien quietos y formales
mientras se arregla la situación. Muchos de mis vasallos están buscando al
mendigo en este momento. Esperémonos, y luego firmaremos un acuerdo internacional entre nosotros. Podríamos crear
una liga de las naciones poseedoras de la piedra negra.
Rey blanco y rey verde: ¡queremos la
piedra!
Hijo del rey: ¡quiero la piedra!
¡yo la vi primero!
Rey verde: ¡silencio niño!
esta es una conversación de adultos. (Gritando) ¡Quiero
la piedra! ¡Quiero la piedra!
Reina: (con una cierta
dosis protocolaria de coquetería real) ¡ejem! ¡Puf! ¡Que calor!. Excelentísimas
personas: su majestad, el rey de estas
tierras y yo, su legitima esposa, tenemos el
inmerecido honor y placer de invitarlos a nuestro palacio a beber un buen vaso
de vino
Rey blanco: ¡odio el vino!
Reina: ¡o una taza de té!
Rey verde: ¡detesto el té!
Reina: o una copa de champaña…
Rey blanco y rey verde: ¡no! ¡No! ¡Queremos
la piedra! ¡Queremos la piedra!
Hijo del rey: ¡quiero la piedra!
Rey: ¡cállate tú, muchachito
insolente!
(La reina se desmaya de
nuevo)
Rey verde: ¿qué le pasa a esa
señora…?
Rey: (viendo a
su mujer completamente caída boca arriba) ¡ejem!... le
encanta ver pasar las nubes en esa posición… (Bajo, a la reina) ¡Levántate,
o nuestro prestigio internacional se
irá al suelo!
Campesino: aquí está, señor.
lo encontramos subiendo la montaña grande
Rey verde: ¡la piedra!
Rey blanco: ¿dónde está la
piedra?
Rey: ahora es en serio.
¡No estamos jugando!
Hijo del rey: ¡quiero la piedra!
Tesorero: uno, más uno, más uno, más uno: ¡mil!
Rey blanco y rey verde: ¡queremos la piedra
ya! ¡Queremos la piedra ya!
Mendigo: ¡aquí está!
(Pasa la piedra
de mano en mano,
del rey verde al rey blanco,
del rey blanco a la reina, de la reina al rey,
del rey al sabio, del sabio al tesorero, del tesorero al sabio,
al rey, a la reina, al rey blanco y al rey verde)
Todos: ¡grrr grrr grrr
grrr!
Rey blanco: señores, por favor,
no cometamos tonterías. Conmigo he traído a mi joyero real. él se encargara de estudiar la piedra
y de conceptuar sobre cuál es su valor. Calma, calma.
¡Señor joyero reaaal!... ¡estudie esta piedra!
(Aparece el joyero real, cargado
de diversos y estrambóticos aparatos, lupas, telescopios, microscopios,
balanzas, etc., etc., etc.. toma la piedra en sus manos y con un
pequeño lente que se coloca sobre el ojo derecho comienza a
estudiarla detenidamente. todos lo rodean con gran expectativa.
aprovechando la distracción de las grandes personalidades, el mendigo escapa)
Joyero real: ¡hummm…hummm…!
Rey blanco: dinos…
Rey verde: ¿cuál es su valor?…
Rey: de esta piedra…
Joyero real: ¡hummm…hummm!
Reina: ¿es mudo?
Sabio: ¿o sordo…?
Rey blanco: por favor, si ya lo
sabes dínoslo
Joyero real: esta piedrecilla o
guijarro, corresponde al género de las
llamadas poetrúncule comúnet que significa: piedras comunes, o para mejor decir, pedazos de tierra endurecida y reseca. ¡Tiene el mismo valor que
cualquiera de las piedras más ordinarias que se encuentran arrojadas al borde
del camino!
(Bota la
piedra. gran silencio)
Todos: ¿es…es…es…tas
seguro?
Joyero real: completa, absoluta
y totalmente segurísimo. Tengo diecisiete títulos de altísima joyería otorgados por las más
respetables academias de tesoros secretos del planeta. no puedo
equivocarme. Tengo, incluso, diploma de infalibilidad
Rey blanco: él dice la verdad:
no puede equivocarse
Los otros: (con
un gran “!ohhh!”) ¡No puede equivocarse!
Rey verde: ¡hemos sido
engañados! ¡Hemos sido miserablemente engañados! pero… ¿qué broma es ésta…? ¿Dónde
ésta la seriedad internacional…? sepa, señor reyecito, que mi grande imperio no
volverá a comprarles sedas ni encajes, ¡no volveremos a hacerles préstamos ni a dejar pasar a un solo de sus habitantes por un milímetro de nuestras
tierras! ¡al que entre, le propinaremos cinco mil
setecientos coscorrones en la cabeza, con un guante de hierro
(Sale más iracundo aún)
Rey blanco: ¡igualmente digo, y
digo más! ¡Estudiare con los sabios de mi corte la
posibilidad de declararle la guerra! ¡Usted ha hecho circular a estos rumores para hacerse
propaganda internacional y burlarse de las posibles inversiones extranjeras en este territorio! ¡le juro
que financiare un complot para derrotarlo!
Rey: (después de un
silencio pasado) y ahora, muchachito insolente, ¿aun quieres esa
piedra…?
(El príncipe calla)
Reina: teniendo
tantas joyas, tantos tesoros y tan hermosos juguetes, ¿Tenías que armar tan grande
alboroto por una piedra común…?
Tesorero: uno menos uno:
igual cero (sale)
Sabio: ¡vanidad de
vanidades, dijo algún colega mío!... (Sale)
Rey y reina: vete a la torre,
castigado
Rey: (a los
campesinos) y ustedes, retírense a sus casas y olviden
este incidente
(Sale seguido por la reina)
Reina: ¡yo ya te había dicho
que no se podía malgastar el dinero real comprando esa
piedra!(sale)
Mendigo: los hombres importantes se pelearon. el príncipe fue
regañado. Pero… ¿qué querían encontrar..?
FIN
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